Un día cualquiera en
mi vida estudiantil…
Querido
amigo del futuro:
Te escribo porque tengo muchas inquietudes
sobre el porvenir. Quiero conocer, saber, descubrir qué misterios me esperan.
¿Alcanzaremos una cura para el cáncer? ¿Hallaremos vida en otra parte de los
confines del universo? Quiero que me cuentes todo, desde el principio hasta el
final. Pero primero quiero contarte yo algo a ti, si no te importa, a ver si
puedes ayudarme.
El otro día estaba tumbado en la cama
escuchando “Another Brick in the Wall” de Pink Floyd, cuando de pronto,
¡descubrí que me encontraba en su videoclip! ¡Sí, como lo oyes! Yo era el
pequeño Pinky y estaba en esa pesadilla de clase en la que era ridiculizado por
maestros; en la que mi creatividad y mi imaginación no eran más que un estorbo
para el rígido sistema, cuyo fin era diseñar “androides humanos” para realizar
un trabajo repetitivo sin el uso de la razón y ni de la conciencia propia.
Aquello era terrorífico, aunque no tardé mucho en despertarme y descubrir que
había estado durmiendo todo el tiempo. Sin embargo, seguía nervioso aunque el
sueño ya hubiera terminado. Lo que más me aterraba no era la propia experiencia
si no la similitud de ésta con la realidad de ahora. A ver, no es que los
profesores traten de manera agresiva a los alumnos como ocurría hace algunas
décadas, son otros aspectos los que me han hecho reflexionar llegando a la
conclusión de que algunas cosas no han cambiado tanto desde entonces.
Cuando uno piensa en la palabra educación
surge una escena en nuestra mente. La primera idea que aparece es una clase de
cuatro paredes con una pizarra, en la que hay un profesor que expone un tema
establecido por un fijo y ajustado plan de estudios y en función del cual se
evalúa a los alumnos que están sentados en sus pupitres. Todo esto se lleva a
cabo a través de un método de evaluación en el que prima la capacidad de
memorización del temario sobre la creatividad, la imaginación o la resolución
de problemas. Todas las capacidades y habilidades de los chicos y chicas quedan
ocultas, se desaprovechan y no se trabajan ya que no cuentan para este modelo
educativo.
Lo que más llama la atención es que tanto en mi sueño, como en el videoclip, como en la idea preconcebida que
tenemos sobre la educación hoy en día, el personaje principal es el profesor.
Pero como en todo, hay diferentes tipos de profesores y yo destacaría a los dos
que más los engloban. Por un lado está el “profesor convencional” para el cual
el horizonte de la educación son los límites que marca el plan de estudio; y
por otro está el “profesor rebelde” aquel cuya vocación le corre por las venas
y que va más allá del sistema mostrando a los alumnos que la belleza y el
misterio del mundo que les rodea es mucho más que saber que dos más dos es
igual a cuatro, por ejemplo. Aunque también están los personajes secundarios de
esta escena, los alumnos. Una secuencia que se repite en cada colegio a diario
es ver al profesor explicando mientras que el alumno al que no le interesa el
tema (y a veces al que le interesa también) se distrae y piensa en cualquier
otra cosa. Es la falta de motivación y de pasión lo que hace que esto ocurra y
que en gran parte está influenciada por el propio método de enseñanza del
profesor. El alumno no es más que un trozo de arcilla en un torno de cerámica
moldeado al antojo del artesano.
Todo lo que te he contado es lo que me hace
llegar a la conclusión de que esto no es educación. No sé si comprendes a dónde
quiero llegar, o si piensas que divago. Tampoco sé cómo es la educación en ese
futuro al que te estoy escribiendo (añoro que sea distinta). Pero hay algo en
mi interior que me dice que no es así.
La educación debería concebirse como un
proceso casi biológico en el cual una persona comprende su entorno e
interacciona con él y siente la necesidad por satisfacer la curiosidad de lo
que hay detrás. Es la necesidad de comprender a los demás, de relacionarse con
ellos, de entender la historia y de querer escribir la nuestra propia. Un
proceso en el cual el alumno es el protagonista principal de un viaje a través
del conocimiento dirigido por la figura del profesor, quien no le marca lo que
debe hacer, sino el camino que debe seguir. Una labor que se ha llevado a cabo
desde un principio a través del diálogo, el cual pienso que es la mejor forma de
compartir conocimientos (tal y como empezaron a hacer muchos de los antiguos
filósofos en la antigüedad y que aún sigue vigente hoy en día). Aunque
últimamente y con las nuevas tecnologías existe una gran variedad de formas de
aprender difundiendo y recibiendo información.
Pero querido amigo, la educación es universal
por lo que no podemos detenernos únicamente en el ámbito escolar. Cuando
hablamos de alumno y profesor no tienen por qué estar en una clase, ya que allí
donde haya un intercambio de ideas o de valores habrá educación. Por eso quiero
incidir en que esto de lo que te estoy hablando es algo que nos incumbe a
todos, que cada vez más gente olvida el poder que tienen la información y el
conocimiento. No podemos seguir limitándola, que nuestro primer paso para
alcanzar este objetivo es dar rienda suelta a la imaginación y a la capacidad
analítica sobre el entorno. Para cambiar el mundo primero hay que partir de uno
mismo, hay que tener la osadía de decir: “¡Esto no está bien!… Podría ser
mejor… ¿De qué forma podría mejorarse?...”. Por esto la función del profesor es
secundaria pero esencial, ya que es el guía de todo este proceso y su forma de
cambiar el mundo es mostrar a los demás que también pueden hacerlo.
La educación va más allá de una simple clase
o de un examen global; es la encargada de convertir a los soñadores de hoy en
los genios del mañana. Recuerda que los sueños sólo se cumplen si creemos que
realmente son posibles por muy descabellados que parezcan. Ten claro que nadie
puede decirte lo contrario. Y no tengo dudas de ello, estoy seguro, la
educación es una de las herramientas más poderosa para cambiar el mundo.
Espero sinceramente que en el futuro del que
procedes, la humanidad haya comprendido que la educación es algo más que
preparar a los niños para un empleo el día de mañana. Ojalá llegue algún día a
conocerte y entregarte esta carta yo mismo. Así podríamos finalmente conversar
y podría aprender de ti todo aquello que aún me queda por descubrir.
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